Anuncio por palabras

Preciosa puesta de sol se ofrece a jóvenes enamorados para darles un empujoncito (Forges)







miércoles, 22 de septiembre de 2010

No recuerdo....

Tal vez me puedas ayudar a recordar aquello que nos pasa aquel día que...
O, mejor, cuéntame adónde viajé, qué vi, qué sentí ¿Me gustó? ¿Conocí a muchas personas? ...
Porque...tú eres...sí, claro, claro que te conozco.... (risas)
¿Yo dije eso? ¿Conté todas esas cosas? Pero ¿las había vivido? Repítemelas, anda. Ayúdame a recordar aquello tan gracioso que nos pasó aquel día que...¿Y yo dije eso? ¿Hice yo aquello?
Es que últimamente estoy algo despistadilla. Je, je, no sé dónde tengo la cabeza.
¿Y por qué vienes conmigo a la ducha? Ah, es verdad, en ocasiones me mareo. Mejor que vengas conmigo. (más risas). ¿Y el jabón? ¿Por dónde me lo pongo? ¿Así? Mira que me estás ayudando...¡Te estoy dando una lata! Es que estoy muy despistada últimamente.
Gracias por la cena. (Primera cucharada) Bien ya he comido bastante ¿No es bastante? Una más y ya....Una más y ya... Yo como muchísimo ¿otra más? (risas) Y ya no más...¿Hace mucho que he comido? ¿A qué como muchísimo?

21 de septiembre. Día Internacional contra el Alzheimer. Dedicado a todas esas personas que, teniendo esa enfermedad con la que se van apagando poco a poco como si fueran las luces de un árbol de navidad, todavía son capaces de mantener su dignidad, de darnos una sonrisa (aunque pueda ser la última), una caricia (aunque casi no sepan si nos están tocando), una mirada (aunque progresivamente no entendiendan que nos ven)... "Porque aunque tú no recuerdes quién eres, yo sí sé quién eres tú" (como decía el anuncio). Y ahí estaremos los demás para que no te sientas sola/o, devolviéndote solo una pequeña parte de todo el amor que antes diste. Sólo que ahora andas un poco despistada...

jueves, 16 de septiembre de 2010

Lo siento, no siento

"Lo siento, pero yo no siento. Soy de ciencias". Esa exagerada expresión quiere traer de la mano el desprecio que tradicionalmente ha existido hacia las emociones y sentimientos. De hecho, podían haber sido definidos como todo aquello que enturbia el proceso de razonamiento; aquel caballo desbocado que tenemos que aprender a controlar cuanto antes; el impedimento que frena el desarrollo de nuestro pleno potencial como humanos, que no es otro que la tan valorada Razón . "Pienso, luego existo". La existencia está justificada si se ha fortificado desde la Razón. Y apoyándose en estos argumentos se fue instaurando una forma de actuar en las que las emociones y sentimientos eran minimizados. Estamos hablando de épocas en que su expresión fue reducida a lo mínimo: no era educado ni de buen gusto mostrarnos en público. El encorsamiento de sentimientos y emociones no iban a la zaga del encorsamiento de los cuerpos, de su vestidos (¿la moda como una expresión de sensibilidades, del sentir de las personas, de entender la vida?)
En "El error de Descartes" Antonio Damaso lucha contra esta idea tan generalizada de la razón como ente autónomo, algo que está lejos de la realidad, de nuestra realidad biológica. Para el autor, la razón actúa pero dentro de varios sistemas cerebrales trabajando al unísono, en cooperación. Y en la base tenemos a los sentimientos y las emociones, manteniendo relaciones directas y mutuas con los órganos vitales. Son una cadena más del eslabón vital, cadena que culmina con la expresión más alta de razón. Pero sin cada uno de los eslabones no sería posible.
Los sentimientos nos proporciona la percepción directa del cuerpo; pero también la califica, en sentido positivo o negativo (como agradable o desagradable). En ese sentido podemos decir que son nuestras guías, porque dan sentido a las percpeciones recibidas. Y son también usadas en nuestras relaciones con los otros, que necesitan de esa guía para entendernos.
¿Sentimos? Inevitablemente, sí. Lo que ocurre es que no nos estamos refiriendo en exclusiva a un proceso biológico; la interacción con el ambiente determina también cómo y cuánto. Culturalmente existe un aprendizaje constante acerca de los usos y maneras de sentir, de la forma en cómo la vivimos y en el modo en que los expresamos.
Uno de los casos que despertó interés sobre el tema fue respecto a un paciente con una lesión que no le permitía acceder a la información de las sensaciones: teniendo el resto de sus capacidades mentales en pleno funcionamiento (razonamiento, lógica...), sin embargo su comportamiento era totalmente erróneo. La información que nos aportan las sensaciones, sin ser la principal ni la única, si que es imprescindible para que demos una respuesta adecuada socialmente. Tan nefasto puede ser vivir exclusivamente dependiendo del nivel emocional como confiar exclusivamente en la razón a secas. La interacción entre ambos niveles nos facilita un tipo de respuesta en las que la toma de decisiones se debe a nuestro razonamiento, pero también se adecúa a las demandas del ambiente.
Por tanto, prescindir de emociones y sentimientos es despreciar una de las principales fuentes de información que poseemos; es olvidar que hay una parte importante de nosotros que puede sernos de gran ayuda. Aunque socialmente se nos ha deseducado, tratando de hacer pasar por alto este nivel, si queremos conseguir una respuesta adecuada en cada situación (con repercusión hacia nosotros mismos, pero también en la relación con los demás) debemos recuperar esta asignatura pendiente. De ahí viene la incidencia que en las últimas décadas se está dando a la Inteligencia Emocional o otro tipo de técnicas, como el coaching, como forma de integrar como un sistema interrelacional lo que de hecho ya funciona como tal. Eso sí, como otro tipo de funciones, para aprender a conocerla y manejarla, hace falta un entrenamiento y dedicación. Tal vez haya llegado ya el momento de ponernos manos a la obra.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Se busca risa

La crisis económica no solo afecta a la situación monetaria o mercantil de la vida. Parece que últimamente estamos también en crisis de risa. Pero ahí estaba aunque ahora, por oscuras razones, no quiera salir. Por tanto, basta con que busquemos y con que sepamos buscar.
¿Buscar? Requiere una tarea de búsqueda dentro de nosotros mismos. Será el peso del día a día, que cae como una losa sobre nuestros ideales; será la acumulación de problemas o la vivencia de las situaciones (son tan distintas de aquellas en las que nos imaginamos...que hacen que se nos sintamos fracasados); será que la vida no nos ha devuelto el entusiasmo que le ofrecimos en nuestra niñez y juventud, a pesar de la promesa de felicidad sin fin que tantas veces imaginamos. No, pensábamos, yo no seré como esa persona madura que veo sin proyectos, como errantes por la vida.
Y ahí estamos; y últimamente lo veo como si fuera contagioso. En cada conversación se van colando tristezas, penas, dudas, problemas... Como si fueran collares perfectamente hilbanados, una pena tira de otra, como si no fuera capaz de andar sola por la vida.
¿Y cómo buscar? Si tuviéramos esa fórmula exacta, no haría falta tantos manuales de autoayuda. O ¿es necesario que nos digan lo que hay que hacer para sentirnos felices?
1. Somos responsables de nuestra propia felicidad.
2. Aunque estar con otras personas es una de las formas de hacernos sentir bien,

miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿Obligados a ser felices? (2)

Tras  la vuelta a la normalidad, nos encontramos con nuestra realidad habitual, con nuestras glorias y miserias, con las alegrías y tristezas de la vida ¿En qué porcentajes? ¿A partir de qué punto puedo considerar que mi vida es feliz, que merece la pena ser vivida? Existe una nueva vertiente de la psicología que ha descubierto un verdadero filón en la felicidad. Tradicionalmente se dedicó más atención a los problemas y dificultades de las personas, sin pararse a analizar que hay una parte importante de cada uno de  nosotros, la felicidad, que la ciencia tenía olvidar, al parecerle poco científica. Y, sin embargo, no puede ser más real: en mayor o menor medida existe, la sentimos, y fijamos unos porcentajes, desde la sociedad y/o desde cada persona, a partir del cual damos un sentido positivo o negativo a la vida ¡Casi nada! Son muchos los factores  que harán que la balanza se incline hacia un lado u otro. En primer lugar, la idea que nos hacemos de nosotros mismos (nuestra autopercepción, que conforma la autoestima) ¿Qué nos hace felices? Depende de nuestros gustos, intereses, formación... Pero más que tener objetos o posesiones, una de las claves parece ser tener ilusiones. Algo que nos haga tirar hacia delante, por lo que luchar y hacia lo que tender. Parece fácil, porque en muchos periodos de la vida se producen a borbotones; pero existen otros en los que las ilusiones desaparecen, como si se hubieran evaporado. Tal vez sea que el día a día nos tiene tan ocupados con sus recados que de pronto se nos olvida soñar, soñarnos, en situaciones ideales hacia las que dirigirnos. De pronto todo lo que creimos posible se muestra inaprensible e...iba a decir que solo queda el vacío, pero no me lo acabo de creer. Es que si buscas bien, en algún lugar todavía puedes encontrar, aunque esté muy escondido, un resto de ilusión. Curiosamente, puede hacer falta muy poca energía para conseguir que vuelva a brotar e invada por completo una existencia.
¿Es una obligación ser feliz? Tal y como lo tratan de vender, como un estado permanente, es imposible y solo acaba siendo finalmente una fábrica de insatisfacciones (sobre todo porque justo esa "felicidad" es fruto de la sociedad de consumo y se la tienes que comprar a otros). Pero como ser humano, la búsqueda de la felicidad es una tendencia irremediable, de la que no podemos abstraernos, y por la que luchamos constantemente contra el tedio de la nada. Y nunca acaba de fijarse: a veces parece ser como un pez escurriéndose entre los dedos ¡Pero son tan inmensos esos segundos en que creemos poseerla!

martes, 7 de septiembre de 2010

¿Obligados a ser felices?

La vuelta del verano parece que lleva aparejada el tener que traer asociada una historia maravillosa: un viaje increíble, playas maravillosas, fiestas interminables ... Pero ¿y cuándo no es así? ¿qué ocurre cuando ni tú te crees esa felicidad que parece exigida después de unos días libres? Nos ponemos tantos "debes", tantos umbrales que superar, que ni siquiera descansamos en los días libres. En ocasiones, nuestras vacaciones se transforman en un suplicio....que consideramos necesario para poder estar "a la altura" de las expectativas (normalmente de los otros).
Si dedicamos unos minutos para observar a los que nos rodean en esos días veraniegos, vemos que, tras el subidón inicial, la crispación y el agotamiento empiezan a hacer aparición ¿Realmente están disfrutando aquello que eligieron? ¿Deseaban realmente deambular de un museo a otro, de un monumento a otro? El andar torpe, monótono, que vas adquiriendo a medida que pasan las horas, y que adoptas para poder reservar energías para tooooodo lo que queda por ver (obligatoriamente) ¿te permiten disfrutar de aquello a lo que te vas a enfrentar? Porque luego, a la vuelta, tendrás que pasar el temido test "¿Viste esto? ¿Qué no? Eso era lo mejor". Vaya por dios, he estado sin parar horas y horas, me he arrastrado de un lado a otro, y resulta que justamente me perdí aquello... Parece que el viaje ya no tenga sentido.
Porque en los viajes, como en la vida, deberíamos sentirnos con la libertad de experimentar y vivir aquello con lo que nos encontremos: igual no vemos todo lo que "deberíamos" ver; también pueda que no tengamos que estar todo el tiempo como hipnotizados sintiéndonos "flotar"... Pero podré pararme el tiempo que desee a ver a unos niños jugando en la calle, a la pedigüeña tullida de la puerta de una iglesia (y después de su "jornada de trabajo" recobra milagrosamente la movilidad) o tener momentos de calma y mirada hacia dentro. Eso no aparece en las guías de viaje; tampoco lleva consigo la obligación de ser feliz. Simplemente viviré. En momentos estaré exultante, en otros atenta, ensimismada, fascinada, triste, melancólica, radiante, pensativa...Es decir, viva